
Es un refrán que siempre me acompaña allá donde voy. Me encanta sumergirme en las costumbres y conocer lo que hace diferente a un sitio de otro, por eso me parece muy buena idea agasajar a los huéspedes con un pequeño detalle significativo de la ciudad o de la zona en la que se está alojando. Un abanico en el interior de Andalucía, un chubasquero de plástico en Santiago de Compostela, unas gafas de sol en Canarias o una figurita de una rana en Salamanca, por ejemplo. Pequeños detalles pero que hacen que la bienvenida a la ciudad se engrandezca.